“La escuela en San Julián es el exponente de su ambiente social. Hay cinco. Esto sólo dice mucho de la faz intrínseca de este pueblo. La barbarie ya no es peligro. Las estadísticas registran un porcentaje mínimo de analfabetismo en los territorios del Sud, lo que no ocurre en algunas provincias. Por razón de clima, el año escolar comienza el primero de septiembre y termina el 31 de mayo”. De esta manera comenzaba la crónica que nuestro diario publicó en los primeros días de mayo de 1933; con palabras del ex senador tucumano Alberto Aybar Augier sobre sus vivencias en los territorios australes cuando fue confinado junto con otros líderes partidarios a Puerto San Julián (Santa Cruz), por las autoridades surgidas del golpe militar del 6 de septiembre de 1930 que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen.

El dirigente radical seguía su relato de la siguiente manera: “la vida es cara. La escasez de riego artificial, por una parte, y los gravosos fletes marítimos, por otra, encarecen la mayoría de los artículos de primera necesidad. Sin embargo, no se ve todavía el espectro de hambre, como en provincias y en la Capital Federal”. Haciéndose eco de los pedidos de la población, decía que consideraba necesario el retorno de la “aduana libre”.

Su presencia en el lugar, obligada por las circunstancias políticas, le hizo entender la necesidad de esa medida. Y agregaba:” asumiría, así gran incremento el comercio marítimo. La actual percepción de la renta aduanera en la Patagonia, apenas si alcanza para cubrir su presupuesto. Por otra parte, el régimen aduanero tienta al contrabando por mar y por tierra. Los patagones tiene bien ganado el derecho al comercio libre porque los progresos efectivos de estos territorios se deben exclusivamente a su acción inteligente y heroica”.

Además alentaba la idea de la exploración petrolífera por mano del Estado; ya que el capital privado difícilmente lo haría.

La política en la zona

Alberto Aybar Augier también hacía un análisis político sobre la realidad de los territorios. Cabe aclarar que en las primeras décadas del siglo XX la Patagonia estaba dividida en Territorios Nacionales que no tenían el mismo status que las provincias. En el artículo, él supo decir: “estando aquí recién puedo estimar todo el significado del despojo de la ciudadanía política que comete nuestra legislación orgánica. Como se sabe el ciudadano argentino de los territorios no puede participar en la organización del gobierno de la nación. Estos pueblos sufren la inquietud de las democracias vírgenes. Quieren votar, quieren sentir la responsabilidad de gobernarse y ya que soportan todas las obligaciones, reclaman los derechos correlativos. Son quinientos mil ciudadanos que están al margen de la democracia activa”.

Tras esta expresión sobre la participación política del pueblo austral pasaba a describir sus sentimientos y el de los correligionarios que habían sido “desterrados” a esos indómitos lugares. Junto con Aybar Augier llegaron a San Julián, el 26 de enero de 1933, Honorio Pueyrredón, José Tamborini, Carlos Noel, Manuel Ruiz Moreno y Miguel Tanco.

“Sentimos en ella la influencia del espíritu antiguo. Pueyrredón se ha vuelto místico. Su palabra es apocalíptica. Admira a Gandhi, Noel -de entre nosotros- es el único que ríe. Pero su carcajada es hábito de diplomacia, no siendo difícil sorprender en él momentos de melancolía. Tamborini es el meditativo. No cansa de lamentarse de no haber conocido antes la Patagonia, cuya historia despierta su curiosidad. Ruiz Moreno conversa parcamente y camina sin cesar. Da la impresión de un gran control. Conserva la pose de juez de antaño. Tanco es un personaje autóctono. Pálido y de andar serrano, su sagacidad contrasta con su temperamento huraño. Agrega: nuestra vida transcurre tediosa y triste. Los días nos parecen años. La incertidumbre nos puñalea aún más de noche como si en la soledad se agolparan todos los dolores. Es una neurosis del vacío…”, describió en base a su experiencia.

El golpe de 1930

Detengamos un poco la crónica para decir que Aybar Augier, tras el golpe de 1930, comenzó a trabajar para el retorno de la democracia y de Yrigoyen. El 27 de agosto de 1931, se descubrió una conspiración radical en Tucumán. Según el Ministerio del Interior, sus cabecillas habían tratado de complicar a “algunos elementos militares”, quienes los denunciaron.

El jefe del movimiento era el ex senador Aybar Augier, que fue detenido. Hubo un remezón el 31 de agosto, cuando otro dirigente radical, el doctor José Lozano Muñoz, trató sin éxito de sublevar la Policía y el Cuerpo de Bomberos, y terminó arrestado, junto con otros implicados. Tanto Aybar Augier como Lozano Muñoz fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, y enviados a Buenos Aires. Pero, en la estación de Rosario, el ex senador logró burlar la vigilancia de sus captores y se escapó.

“Dos años más tarde, en enero de 1933, el gobierno nacional (ya a cargo del general Agustín P. Justo, tras las elecciones que la UCR condenó por fraudulentas), hizo otra redada de supuestos conspiradores radicales. Detuvo a los ex presidentes Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear y los envió a la isla Martín García. También, arrestó a Honorio Pueyrredón, José P. Tamborini, Carlos Noel, Manuel Ruiz Moreno, Miguel Tanco y Alberto Aybar Augier, y dispuso confinarlos en Santa Cruz. “Se los trasladó en barco, y permanecieron allí desde el 26 de enero hasta el 4 de mayo de 1933”, relata Carlos Páez de la Torre (h).

De todos los confinados el más activo fue Aybar Augier quien con sus relatos, que enviaba a varios diarios del país, mantuvo la atención pública en ellos durante el tiempo que estuvieron alojados en la localidad, afirma Horacio Lafuente en el artículo “Los confinados radicales en San Julián” que apareció en la revista “Todo es historia”.

La zona tenía y tiene una larga historia. Cabe recordar que allí llegó, el 31 de marzo de 1520, Fernando de Magallanes, en parte de su recorrido de circunvalación a la Tierra. El nombre Puerto San Julián ya aparece en los mapas que confeccionó el italiano Antonio Pigafetta.

Recuerdo de Tucumán

En sus palabras finales expresaba: ocioso fuera decirlo, la imagen de Tucumán no me abandona. Naturalmente, la lejanía destaca mejor la perspectiva y cuando las campanas de la pequeña iglesia tocan a oración, siento que me vence la nostalgia y quiero entonces volver a descansar de las fatigas del mundo.

Aybar Augier nació en Tucumán en 1885. Se graduó de abogado en 1911 y muy poco después comenzó su militancia en el radicalismo al tiempo que desarrollaba su actividad profesional. Fue elegido en varias oportunidades para las cámaras legislativas tucumanas y presidió la cámara de Diputados. En 1919 fue elegido senador nacional. Mantuvo el cargo hasta 1928. Fue un cronista de la vida de aquellos parajes y de los presos políticos. Tras su estadía allí volvió a Buenos Aires donde se radicó definitivamente. Falleció el 9 de octubre de 1950.

Aybar Augier fue un senador que estuvo “desterrado” en el sur junto a otros dirigentes radicales